«En este momento, queda inaugurada la Exposición Internacional de Zaragoza 2008«
Con estas palabras el Rey Juan Carlos I inauguró la Expo de Zaragoza. En una gala de inauguración interesante (aunque el público, de naturaleza diplomática fuera un poco soso) se ha dado a conocer a Zaragoza al mundo.
En la ceremonia de inauguración, los fuegos artificiales desde la ribera del Ebro, la superficie de la muestra, y como principal protagonista la Torre del Agua, he de decir que han sido soberbios. En la traca final, se me ha escapado un «ala ala alaaaaa» porque parecía que los sucesivos estallidos de cohetes (casi 20/seg) no iban a llegar a su fin. Cuántos millones de personas estarían viendo en ese momento. La verdad que Zaragoza ha dado la talla, y 100 años después de su primera exposición internacional, volvemos a deslumbrar en el mapa mundi.
Como humilde voluntario de la exposición que soy (a lo tonto, tanto tiempo como Zaragoza fué nombrada sede de la exposición para este año, y ya hace casi cuatro!!!), estoy orgulloso de mi ciudad, pero siento un pequeño resquemor hacia un tema en concreto. El disfrutar de la exposición en sí.
Para un visitante, será toda una maravilla, pero para un estudiante universitario de ingeniería superior de Zaragoza (los únicos que hasta el día 20 aún tenemos exámenes, siendo que se han adelantado a grosso modo un mes todas las clases), y encima voluntariado, el disfrutar de la exposición va a ser algo relativo, y desde un punto de vista muy diferente al turista común. Mi duda razonable es: Merecerá la pena vivir este acontecimiento único en el período de vida de una persona nadando entre apuntes, horas de voluntariado… el tiempo lo dirá.
Solo me queda animar a todo el mundo que visite Zaragoza, así como Huesca «La Magia» y Teruel «Mudéjar», vamos, que vengais p’a Aragón!
Ala pues!